Los romanos conducen como si ninguno supiera conducir.
El primer día en Roma se caracteriza por ser el día en que tardé 15 minutos en cruzar un paso de cebra. Pero sólo pasa el primer día, porque el resto de las jornadas la cogía de la mano y con el brazo en alto paraba el tráfico, medio cerrando los ojos deseando que nadie se pasara en la frenada.
Todavía recuerdo el último día como cruzábamos agarrados en plan kamikaze mientras los recién llegados no hacían más que amagos y esperaban más y más tiempo en la acera.
Escrito por MrFriedrich a las 27 de Julio 2004 a las 08:21 AM